Mike Oldfield me ha contado un par de veces como creó su 'Tubular 
bells'. En abril del año 1972, mi amigo Kevin Ayers decidió quitarle la 
vida a su banda The Whole World, en la que Mike era el guitarrista. No 
le dejó tirado en la calle. Casi. Le dejó un pequeño 'flat'
 en el norte de Londres, en Tottenham, en Westbourne Gardens, que pagaba
 el propio Ayers. También le regaló como pequeña herencia un magnetófono
 estéreo Bang & Olufsen. Oldfield había aprendido que, bloqueando 
una de las cabezas del magnetófono con una simple cajetilla de tabaco, 
el aparato casi se convertía en un 'multipistas'. El propio Kevin Ayers me confirmó esta historia, más de 10 años después, cuando le produje el álbum 'Diamond Jack and the queen of pain'.

 Lo que no me dijo es que Oldfield pasó hambre en aquel verano de 
1972. Oldfield me recordaba como reclamo del génesis de 'Tubular bells' 
una anécdota que le recordaba la idiosincrasia de la pena en el artista.
 Uno de aquellos días en que grababa como podía los 
acordes iniciales de su obra maestra,
 ni se acordó que ni tenía dinero para comer. Cerca de su apartamento 
había un frutero al que conocía. Le pidió por favor una patata y eso fue
 lo que comió aquel día. Una patata cocida. Mike Oldfield creo la 
maqueta de 'Tubular bells', la primera parte de su obra, con la ayuda de
 un órgano Farfisa que le había dejado prestado un compañero del grupo 
de Kevin, el gran músico David Bedford. En septiembre, por fin, Oldfield
 encontró trabajo como 'bajista' -nunca lo había sido- en el grupo de la
 Arthur Lewis Band y tuvo que ir a grabar a un nuevo estudio llamado The
 Manor, que era en realidad una casa rural en plena campiña. Un par de 
músicos e ingenieros, Tom Newman y Simon Hayworth, habían
 convencido o engañado a
 un impulsivo personaje llamado Richard Branson para que se gastara 
30.000 libras y de esa manera poder iniciar el sueño de Virgin Records, 
el gran sello discográfico que iba a revolucionar el mundo. Como me dijo
 una vez Oldfield, Richard era el típico tío que, una de dos,
 "o iba a la cárcel o se hacía millonario". Ya conocemos el final como "amo del mundo" Virgin.
 
Richard, que no se conformaba nunca con nada, había empezado 
vendiendo discos por correo, pero más baratos, a través de una compañía 
llamada Caroline Records. En realidad, Branson había inventado Amazon, sin darse cuenta. Mientras tanto, puso una tienda de discos al final de la londinense Oxford Street al que le puso el nombre de Virgin.
Se ha especulado muchos sobre el origen del nombre de Virgin. El 
propio Richard, que siempre ha tenido estrechas relaciones con españoles
 y con su maravillosa casa en Menorca, me contó que utilizó la palabra 
"virgen", porque ellos eran vírgenes y no tenían "ni puta idea" de esos 
nuevos negocios. A Branson siempre le fue muy bien. Puso más tiendas 
Virgin en Inglaterra. Hasta que pensó que vendería mejor los discos si 
los hacía él mismo. Ya tenía en la cabeza el sello Virgin Records.
Mike Oldfield había terminado una maqueta de 20 minutos de la primera
 parte de 'Tubular bells'. La había paseado por el sello Harvest, el más
 vanguardista de la EMI, por CBS e incluso por PYE, el sello de los 
Kinks. Siempre le decían que estaba loco, que cómo esperaba vender aquel
 pedazo de mierda instrumental bucólica, con muchos instrumentos, pero 
sin batería y sin cantar una sola nota. Mike Oldfield estaba loco.
 Eso le decían. Sólo tenía 19 años. Pero Oldfield no desperdició la 
oportunidad de que aquellos dos ingenieros de Branson pudieran escuchar su famosa maqueta al que había puesto el pomposo nombre de 'Opus one'.

Y así, 'Tubular Bells' llegó a conocimiento del ambicioso Richard 
Branson, que nunca tuvo oído y al que ,además, la música le importaba un
 pito. Sólo escuchaba como posible negocio. Al principio, no le gustó 
mucho. Por suerte para Oldfield, Branson tenía de 'jefe' de música para 
su recién creada Virgin Records a Simon Drapper, su primo, que acaba de 
llegar de Sudáfrica. A Drapper le encantó. Y convenció a Branson para 
que se grabara aquella obra tan diferente, tan atrevida.
 
Branson, no muy generoso, le dió Oldfield sólo una semana de grabación en su estudio The Manor.
Afortunadamente, Mike Oldfield tenía en su cabeza toda la estructura 
sonora de la primera parte de Tubular Bells, incluyendo ese maravilloso 
riff final de la primera parte que da todo el sentido a la obra. 
Oldfield, entre depresiones y estructuras mentales, se había hecho un 
fiel seguidor de la teorías de la música minimalista de
 Terry Riley. Además quería que fuera una obra que generara o diera vida
 al folkk, al rock, al pop, a la música sinfónica. Todo ellos y bastante
 más era 'Tubular bells'. Repetitiva, maravillosa, impertinente , 
sorprendente , con la apertura final de las famosas campanas tubulares. 
El 'nudo gordiano' de la trama de 'Tubular bells'.
Mike Oldfield grabó pronto la primera parte, pero necesitaba una 
especie de maestro de ceremonias para presentar los instrumentos que dan
 pie al fabuloso 'riff' de la obra. Aprovechó que The Bonzo Dog Band 
grababan en The Manor. Emborracharon a Viv Stanshall, el maravilloso cantante,
 el creador de 'Death cab for Cutie' en el 'Magical Mystery Tour' de los
 Beatles. Con muchas cervezas Guinness, el gran Viv hizo de maestro de 
ceremonias. Oldfield incluso se emocionó cuando Viv sóltó aquello de 
'Tubular Bells'.
La segunda parte fue más complicada. No la tenía compuesta 
totalmente. La iba trabajando en las semanas en las que no había trabajo
 en The Manor. Es una obra más compleja, más estructurada que esconde el tema de la mandolina
 , de una belleza espectacular. Oldfield había empezado todas las 
sesiones con un piano Steinway, pero necesitaba más alquimistas como 
instrumentistas. Utilizó incluso a su hermana Sally para la parte coral.
 La obra se terminó en marzo. Las mezclas se alargaron hasta final de 
mes. Pero todavía no había un titulo para el álbum. No servía 'Opus 
one'. El iluminado de Richard Branson se le ocurrió el nombre de 
'Breakfast in bed'. Pero Oldfield tenía la idea de las campanas 
tubulares. Dos de ellas retorcidas. tenía el nombre: 'Tubular bells'. La
 idea de la portada con ese azul con nubes y la campana retorcida fue 
del diseñador Trevor Key. Así que el 25 de mayo de 1973, hace 40 años, 
Richard Branson presentó al mundo el primer disco de Virgin Records, el 
primer trabajo de un artista llamado Mike Oldfield, una obra extraña de casi 50 minutos de duración...
 Una pieza instrumental, sin batería sin canciones. Insólito. El disco 
revolucionó la industria, la música en general. En julio era ya el disco
 más vendido en Inglaterra. En otoño, en Europa y, finalmente en el 
mundo, cuando William Friedkin se empeñó en utilizar 'Tubular bells' 
como parte esencial de la banda sonora de su película 'El exorcista', 
después de haber rechazado el trabajo del venerable Bernard Hermann. 
'Tubular Bells' fue la razón por la que Richard Branson creó un imperio 
que todavía subsiste con Virgin Airlines, trenes, bancos, cadenas de tiendas,
 vodka... En fín, el mundo de Virgin. 'Tubular bells' también fue el 
nacimiento de la música 'indie', de alguna manera. El primer disco que 
vendía 20 millones y que no necesitaba una gran empresa multinacional. 
Musicalmente, fue el inicio de lo que llamó 'new age', pero también es 
la 'capilla sixtina' del chill out. Es una obra maestra, eterna, 
sensacional que resuena en tu cerebro como las maravillosa campanas 
tubulares de su nombre. Ahora, cumple sólo 40 años y las campanas no dejan de sonar.
